La contaminación ambiental es la principal causa por la que los automóviles, buses y camiones no aprueban la Revisión Vehicular en el Distrito Metropolitano de Quito.
El 52% de emisiones de CO₂ en la capital proviene de esa fuente. El 35% es industrial y el 13%, producto de la basura. La huella de carbono es la medición del impacto que causa una persona o actividad mediante la liberación a la atmósfera de dióxido de carbono (CO₂). En 2015, las emisiones de CO₂ sumaron 5,7 millones de toneladas en la capital. De ellas, el 52% está vinculado a la combustión de diésel y gasolina para transporte; 35% al consumo de energía por parte de la industria (generación eléctrica y uso de gas y diésel) y 13% a la descomposición de residuos sólidos.
Según Diego Enríquez, director de Cambio Climático de la Secretaría de Ambiente de Quito, al ser el transporte el que más CO₂ genera, la Municipalidad busca priorizar el uso del transporte público a fin de reducir la huella de carbono por el uso de vehículos livianos. De acuerdo con el funcionario, la construcción del Metro y el proyecto de transporte en teleféricos, conocido como Quitocables forman parte de esta estrategia. Del mismo modo, desde el año 2003 se realiza en la capital la Revisión Técnica Vehicular (RTV), requisito previo a la matriculación.
Según la Agencia Metropolitana de Tránsito (AMT), en 2016 se presentaron a la RTV 432.938 vehículos, de los que aprobaron 421.973. En tanto que hasta el 25 de julio de 2017 se presentaron a la RTV 274.415 vehículos, de los cuales aprobaron 260.999.
Las principales causas por las que los automotores no aprueban el test es la contaminación ambiental, ya sea por emisión de gases o por el ruido que generan los sistemas de escape defectuosos. Pero muchos propietarios realizan reparaciones ocasionales que les permiten aprobar la revisión. Y una vez superada la prueba, se retoma la calibración normal y, por tanto, los niveles de contaminación.
La AMT asegura que esos arreglos implican efectos secundarios tales como una aceleración excesiva del motor en ralentí, baja potencia del motor y un incremento significativo de las emisiones de oxígeno por el sistema de escape, los que serían detectables en la RVT. Sin embargo, no es extraño observar buses y vehículos particulares lanzando nubes de humo.
Según la Agencia, los límites de los niveles de opacidad (grado de obscurecimiento de las emisiones de los motores a diésel) están regulados en la norma INEN 2207, que establece que los vehículos con motores a diésel fabricados antes de 1999 pueden emitir una opacidad de hasta el 60% y los fabricados luego de 2000, pueden emitir una opacidad de hasta el 50%. “En una escala gráfica donde 0% es una emisión totalmente transparente y 100% es una emisión totalmente negra, el 50% y el 60% son emisiones de color bastante oscuras. Por esta razón se tiene la percepción de que los vehículos con motor diésel emiten humo negro a pesar de tener la RTV aprobada”, explica la AMT.
Además de la RTV, se hacen operativos aleatorios en las vías para medir la opacidad y hacer la revisión del vehículo física visual. Hasta junio del 2017 se sancionó a 835 buses, a 16 taxis, 1.215 vehículos particulares, 171 escolares y 370 carros de carga.
Fuente: www.eltelegrafo.com.ec